13.10.17

el tribunal subterráneo

Para avalar la información sobre este contacto subterráneo entre los dos continentes, nos sirve de apoyo el investigador barcelonés Andreas Faiber-Kaiser, fallecido en 1994, el cual relata un caso realmente extraordinario fruto de una visita que hizo a Melilla en 1982. Un nativo le narró lo acontecido a un miembro de su familia. Contó que, circulando por la carretera, había atropellado a una serpiente sin darle mayor trascendencia e importancia. Esa misma noche, mientras la familia estaba cenando, unos extraños personajes llamaron desde la puerta al conductor del atropello. A partir del momento que salió a la calle se le pierde la pista. No volvió a aparecer hasta después de una semana sin noticias de él. A su regreso, visiblemente descompuesto, explicó a su familia la increíble historia en, toda la extensión de la palabra. Dijo que aquella noche los seres antropomórficos le habían obligado a acompañarlos a un lugar situado debajo de la tierra. Allí, los menudos moradores subterráneos le hicieron nada menos que un ¡juicio! por el hecho de haber atropellado a aquella serpiente, aparentemente tan insignificante.

Sólo logró recuperar la libertad después de una prolongada explicación donde insistía una y otra vez que el atropello fue involuntario y que, en ningún caso, se debió al deseo de matarla. También dijo en su defensa que entre la gente que vivía en la superficie de la Tierra, la serpiente estaba considerada un animal nocivo cuya mordedura puede tener efectos mortales y por este motivo era lícito, entre los suyos, darle muerte, sin que esto fuera considerado un acto delictivo o antinatural.

Al final lo dejaron libre, no sin advertirle que nunca matase a un animal por capricho. Este relato me recuerda la historia que un taxista madrileño, de unos cincuenta años, me contó hace unos meses como totalmente verídica. Relató que de joven había sido excesivamente cruel con los animales. No sólo ahorcaba a los perros sino que además los apedreaba una vez muertos. El día que mató con especial saña a uno de ellos, su espectro perruno se le apareció por la noche. Lo miró con compasión y le dijo: ¡Qué pena me das! Desde ese momento, me comentó el taxista, nunca más volvió a tratar mal a los animales y notó cómo su vida cambió radicalmente para mejor.

JESÚS CALLEJO CABO
“Gnomos y otros espíritus masculinos de la naturaleza”
fuente: https://issuu.com/mazzymazzy/docs/105931448-gnomos-guia-de-los-seres-

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